Ella paró en seco. Miró a su
alrededor, analizando cada detalle que podría apreciar. La acera,
los pájaros, las rosas rojas a cada lado de la calle, los autobuses
que pasaban rápidamente, como si a nadie en el mundo le importase
qué estaba pasando.
Pero ella lo sabía, sabía que todo
había cambiado. Sabía que cuando se escoge un camino se dejan otros
muchos atrás. Y sabía que ya había escogido su camino. Que ya solo
quedaba aceptarlo, seguirlo y conseguirlo.
Pero no era esa la cuestión. Porque la
cuestión no es si podemos alcanzar o no aquello que nos proponemos.
Lo que realmente importa, y lo que realmente le importó era el
precio que tendría que pagar por ello.