Llegó a casa y al entrar se quitó las
ilusiones. De la misma forma que se quita uno la ropa antes de
meterse en la cama y envolverse en un profundo sueño. Un sueño de
esos que te hacen olvidar que vives tu vida. De esos que te levantas
y no sabes muy bien donde estás, pero sabes perfectamente donde te
gustaría estar.
Y mirándose al espejo pensó lo fácil
que sería quitarse todos esos pájaros de la cabeza y seguir con su
vida. Sin sueños imposibles. Sin ilusiones. Sin ambiciones, de esas
inocentes y puras, como cuando le preguntas a un niño chico que
quiere ser de mayor.
Tenía razón. Eso era lo fácil.
Sonrió y se relamió.
Sabía que ella no estaba hecha para ir
a lo fácil.
C.
"He sido un hombre afortunado en la vida: nada me fue fácil", Sigmund Freud.