lunes, 9 de septiembre de 2013


Llegó a casa y al entrar se quitó las ilusiones. De la misma forma que se quita uno la ropa antes de meterse en la cama y envolverse en un profundo sueño. Un sueño de esos que te hacen olvidar que vives tu vida. De esos que te levantas y no sabes muy bien donde estás, pero sabes perfectamente donde te gustaría estar.
Y mirándose al espejo pensó lo fácil que sería quitarse todos esos pájaros de la cabeza y seguir con su vida. Sin sueños imposibles. Sin ilusiones. Sin ambiciones, de esas inocentes y puras, como cuando le preguntas a un niño chico que quiere ser de mayor.
Tenía razón. Eso era lo fácil. Sonrió y se relamió.
Sabía que ella no estaba hecha para ir a lo fácil.

C.

"He sido un hombre afortunado en la vida: nada me fue fácil",  Sigmund Freud.